LA INSPIRACIÓN

Calzar unas almadreñas es sinónimo de conocimiento, conexión y amor por la tierra, la madre tierra que engendra y transmuta todo lo muerto, de nuevo a la vida. Talladas a mano en una sola pieza de madera, las almadreñas nacen del árbol que hunde sus raíces en lo hondo de la tierra, para nutrirse y conectarse a ella para siempre.
La frenética vida que marca esta era tecnológica, el Antropoceno, ha hecho que la mayoría de nosotros nos hayamos desconectado de la tierra, olvidando su significado más profundo, que la hayamos perdido el respeto y dejado de venerarla. Del amor por ella surge la inspiración para transmutar un calzado que conecta al hombre con la tierra, en un custodio que muestra y sacraliza a tan preciado elemento.
La tierra es sagrada y como tal es presentada en un ostensorio cuyas formas han surgido del mismísimo alma de una madreña, elevándose, para acercar su contenido a lo divino.
Tierra fecunda, procedente de Luarca, del mismo lugar que dio vida al Abedul, cuya madera se vio un día transformada en un par de Almatierras.

PROCESO DE CREACIÓN

Selección de ramas

El proyecto “Almatierras” comenzó con la selección de unas ramas secas de Plátano y Mimosa procedentes de una poda, eligiendo las que mejor se adaptaran a la forma que queríamos dar a la pieza. Una vez elegidas las ramas le siguió un proceso de talla y devastado hasta llegar a la forma final de cada uno de los elementos que conformarían la pieza que habíamos abocetado.

 


 

Ensamblado de piezas, talla y pulido

La siguiente fase del trabajo consistió en un complejo proceso de ensamblado y encolado de todas las piezas, talladas en tres tipos diferentes de madera y un largo proceso de devastado, hasta conseguir un acabado de la madera totalmente pulido al aceite.


 


Aparejo, refuerzo y embolado

Una vez finalizada la talla en madera emprendimos la segunda fase del proyecto, que consistía en un dorado al agua de la almadreña, un largo y complejo proceso que se sigue realizando de la misma forma desde tiempos de los Sumerios y Egipcios. Esta primera fase del dorado al agua consiste en ir aplicando en caliente sobre la madera hasta 16 capas en procesos diferentes: Encolar con cola de vaca y entelar la pieza, Aparejar o aplicar 7 capas de una mezcla de yeso de dorar y cola de conejo, lijado del aparejo hasta llegar a un tacto terciopelo, la siguiente capa consiste en el refuerzo del aparejo con una capa de cola de conejo, a continuación embolar o aplicar 6 capas de una mezcla de arcilla de Armenia y cola de pescado, para terminar en el pulido de la superficie resultante con un pincel duro llamado perrillo.






Dorado al agua

Una vez que se llega a la pieza embolada y pulida se pasa ya propiamente a dorar, aplicando finas láminas de oro de 22K con un pincel especial llamado polonesa. El oro se adhiere a la pieza humedeciendo la superficie con un pincel con agua y algo de cola de pescado, y finalmente se aplaca con un pincel especial o aplacador.







Bruñido y resanado

Una vez dorada la pieza, tras un tiempo de secado muy variable comienza el bruñido del oro con una piedra de ágata. En este proceso la alquimia aparece y como por arte de magia, desaparecen las juntas entre las laminillas de oro y la pieza parece transmutarse en oro macizo. La última fase del dorado se denomina resanado y consiste en reparar con oro fino, todos los posibles desperfectos que hayan podido quedar tras el proceso bruñido.




La pieza

Unas ramas rescatadas de la poda de un árbol muy querido, unas almadreñas sin acabar olvidadas en un sótano, un proyecto "Nuevas Miradas" de creación de una pieza artística inspirada en un objeto del Museo de Artes y Tradiciones Populares de Madrid… todo parecía encajar para arrancar un nuevo proyecto. Cada mes un artista aporta su mirada y Abril es el mes para nuestras “Almatierras”, una escultura realizada en madera de Plátano, Nogal y Mimosa y dorado al agua con oro fino bruñido.







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